domingo, 6 de septiembre de 2020

BERISSO



                                              UN POCO DE HISTORIA
                          La entrada a la antigua casa de los obreros en la calle Nueva York


BERISSO: CAPITAL PROVINCIAL DEL INMIGRANTE
Será que nunca conocí New York
Cuna de grandes pasiones culturales y deportivas. En el empedrado de sus calles se gestó la movilización del 17 de octubre del ’45. En sus orillas se levantaron dos de los más importantes frigoríficos del país. Pasado, presente y futuro de una ciudad cosmopolita.
Por Soledad Molle (*)
Miles de personas se dieron cita esa tarde en el estadio de Gimnasia. De espaldas a la calle 60, la tribuna visitante se viste de color rojo y blanco. Desde ese costado, estallan los primeros gritos que aluden al eterno rival: “Para ser hincha del Lobo dos cosas hay que tener: una casilla en Berisso y un long play de chamamé”. Del otro lado, los berissenses acusan el impacto y por un momento dejan de saltar sobre los tablones de madera. Minutos después, el silencio da paso a una multitud que aúlla enajenada: “Somos negros, de Berisso y basureros; pero en La Plata mandamos los triperos”.
Esos cantitos populares, surgidos de las tribunas de los dos equipos platenses  más representativos, encierran en sí mismos una definición sobre Berisso. Apenas dieciséis kilómetros lo separan de la ciudad de La Plata pero desde el día de su fundación, un 24 de junio de 1871, el partido de Berisso forjó su propia historia ligada a los saladeros, los trabajadores de los frigoríficos, los triperos...
Cuando Swift se instaló en Berisso se constituyó en la primera inversión norteamericana del negocio de la industria de la carne en territorio argentino. En 1907, la instalación del frigorífico fue más que la adquisición de las tierras y las posteriores  modificaciones que se hicieron en los viejos edificios del La Plata Cold Storage. Allí, sobre la calle Nueva York se convocaron miles de hombres que, en base a trabajo y sacrificio, forjaron el nacimiento de la mítica ciudad cosmopolita de la provincia de Buenos Aires. Cuenta la historia que en su época de esplendor albergó los sueños de inmigrantes de dieciocho colectividades distintas.
Swift y Armour no eran bellas construcciones ni se destacaban por un determinado estilo arquitectónico. Sin embargo, las primeras reformas en los distintos ambientes de las instalaciones surgieron ante el temor del surgimiento de ideas subversivas debido a las malas condiciones laborales. El rígido sistema de control del personal tenía sus bases en las extensas jornadas de trabajo y en los bajos salarios. La estrategia de mantener conformes a los trabajadores también incluyó la fundación de clubes sociales y deportivos.
Los números de SWIFT
  • Comenzó a operar en 1904 por intermedio de capitales norteamericanos
  • Se faenaban diariamente 200 novillos y 2.200 capones
  • Empleaba a más 700 personas
  • En 1911 exportó: el 45, 6 % de chilled beef, el 24, 9 % de carne ovina y el 15, 8 % de carne congelada del total exportado por el país
Una vuelta por el chaperío
Primero fueron los ranchos de adobe que se levantaron alrededor de los saladeros de los hermanos Berisso. Con el tiempo, fueron reemplazados por las casas de chapa y madera. Las construcciones del casco céntrico se destacaban por sus techos altos y sus clásicas terminaciones sobre puertas y ventanas. Luego se fueron sumando los conventillos de calle Nueva York y las casas elevadas en la zona ribereña y de la isla.
Los primeros barrios no contaban con luz eléctrica, agua potable ni alumbrado público. Los primeros faroles fueron dispuestos cada dos o tres cuadras de distancia sobre la calle Montevideo. En el interior de las viviendas solo alumbraba la lámpara de kerosene.
La Esperanza”, “El Triunfo” y “El Rápido” fueron los primeros colectivos que circularon por Berisso. Eran aproximadamente cuarenta unidades y estaban pintadas de color amarillo y azul en honor a la bandera de Ucrania, una de las colectividades más numerosas que albergó el partido.
Sentado en una silla, sobre un almohadón de goma espuma, el viejo se alisa la camisa a cuadros y comienza a contar su historia, siempre hay algo para recordar: “Con los frigoríficos funcionando a pleno  el sistema de micros no daba abasto por la gran cantidad de personas que lo usaban, una porque era económico y otra porque no había otros métodos para trasladarse”.
Don Fabián vive frente al cuartel de Bomberos Voluntarios. Cuenta con orgullo que nació, se crió y va a morir berissense. Tiene ochenta y tres años y fue chofer de la línea 202. “No conocía el centro de la ciudad de La Plata porque para lo único que salíamos de Berisso era para ir a la cancha a ver al famoso Expreso, un equipo de Gimnasia del año ’33. Y resulta que me confirman como chofer de la línea 2 que ahora es la 202. El recorrido fue en un principio hasta Punta Lara y después de Perón llegó a La Plata”.
Con manos temblorosas ceba unos mates en una calabaza, la pava es de lata y la bombilla de caña. Al caer la tarde se anuda un pañuelo en la garganta y se ajusta hasta el último botón de la camisa. “No es vivir de recuerdos ni que todo tiempo pasado fue mejor. Si lo cuento no es porque sea un viejo loco ni que no tenga nada que hacer es que soy un agradecido de Perón, hasta podíamos elegir los trabajos... ¡hasta las lanchas que hacen el viaje a Isla Paulino me animé a manejar!”.
Más de siete mil personas vivían en los alrededores de los Swift y Armour, pero otras decenas de miles se acercaban a trabajar en los frigoríficos desde los partidos cercanos hasta de diversos puntos del conurbano bonaerense. El tranvía se constituyó en el medio de transporte por excelencia. Las líneas 2 y 14 circulaban llenas de obreros durante todo el día. Hoy, sin tranvías desbordados de obreros, transitan por las calles de la ciudad dos líneas de micros que saben guardar en sus nombres algo de la magia de aquellos días: la 202 y la 214.
I love New York
La vida de los berissenses empezó a girar en torno a las actividades de los frigoríficos y cambió para siempre. La prosperidad se hacía visible en los restoranes, cantinas y almacenes, en las pensiones  y los conventillos, en las casas de juego clandestino y los cabarets. Más de cien comercios trabajando y ¡hasta un cine!. Aún hoy en la Nueva York, desde Valparaíso hasta Alsina, el recuerdo de aquellos días se agiganta y domina la escena.
Esa calle no sólo tiene una historia especial para ser vista y oída. Es dueña de un aroma particular que se formó durante los buenos viejos tiempos. Una extraña mezcla que combinaba el nauseabundo olor a guano y aquellos que provenían de la vida en las pensiones de camas calientes. Han pasado más de veinte años del cierre de Swift pero la calle no huele bien. Los emblemáticos edificios se transformaron en terrenos baldíos que, la desidia y el descuido, convirtieron en grandes basurales.
Ya en el siglo XXI, Nueva York cambió dos veces de nombre. La despojaron de todo su brillo y le impusieron un número, fue la calle 2. Al nombrarla la “17 de octubre” le devolvieron parte de su historia pero ya nada es igual... Y éste no fue el único cambio. El derrumbe de la última pared de los dos frigoríficos dejo una gran cantidad de desocupados e inició una época de hambre y abandono. Son herederos de esta triste actualidad los nietos y bisnietos de quienes supieron hacer grande a Berisso.
Pocos lugares significativos soportaron intactos el paso del tiempo. El Hogar Social fue una de las primeras obras que se hicieron durante la primera presidencia de Perón y se mantiene en pie hasta hoy. Aunque ajeno a las movidas noches de bailes y festejos que eran frecuentes en sus inicios se constituye como un bastión de la actividad social, deportiva y cultural del barrio en la actualidad.
Escenario principal de la gesta peronista del 17 de octubre de 1945, la calle Nueva York albergó a los obreros que cambiaron la historia de la nación. Sin embargo, tuvo que esperar hasta el año 2005 para ser declarada “lugar histórico nacional” por el presidente Néstor Kirchner. Basándose en ese decreto presidencial, la “Asociación Amigos de la Nueva York” lleva adelante un proyecto turístico-cultural que devuelva algo del esplendor que el barrio tuvo hasta la década del sesenta. Perpetuarla en sus días dorados. Que vuelva ser lo que algún día fue.

Capital Provincial del Inmigrante
Para entrar al conventillo, hay que pasar un pasillo largo, estrecho y oscuro. Son tres casas grandes, de chapa y techos altos. Una soga cruza el patio y allí cuelgan la ropa para que se seque al sol. En el fondo del terreno hay un tanque, también de chapa. Es invierno y el agua esta podrida pero esa es la pileta donde se bañan todos los niños del barrio. Son tres viviendas distribuidas a lo largo del terreno y están habitadas por tres familias distintas. En total son cuarenta personas: doce armenios, diecisiete árabes y el resto son rusos.
Desde las ventanas se puede sentir el aroma a comida. En cocinas a leña se prepara la comida que se sirve puntual a la hora de la cena, cuando los jefes de la familia ya regresaron después de la jornada laboral. Aún si el olfato no falla, la variedad de gustos, sabores y olores se fusiona con el aire denso de la tarde. Pueden ser los “goduksik” típicos de Rusia, que son niños envueltos con hojas de repollo y contienen carne picada y arroz. Tal vez sean “varenikes”, tal cual se preparaban en Armenia: una pasta rellena con papas y condimentada con crema, cebolla y panceta. O quizás el inconfundible olor al “fatay” árabe cuando lo están horneando.
Después de la primera Guerra Mundial, Berisso recibió una gran cantidad de inmigrantes agobiados por el horror de la guerra y los conflictos políticos y religiosos propios de cada país. Eran rusos, albaneses, griegos, checoslovacos, yugoslavos, polacos, sirios, árabes, búlgaros, armenios, españoles, ucranianos y lituanos que dejaron sus países de origen atraídos por las posibilidades de encontrar trabajo, paz y dignidad.
El desarraigo y la nostalgia de la patria que se dejó atrás es el sentimiento que hermana a los inmigrantes. Un paliativo casi instintivo al que acudieron fue la formación de las colectividades. A través de ellas pudieron asimilar y adaptarse a su nuevo lugar en el mundo pero sin perder sus costumbres, tradiciones y actos religiosos. Y Berisso no solo los recibió con sus brazos abiertos y los albergó, sino que se constituyó su lugar en el mundo.
(*) La autora es alumna de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.
      calle Nueva York
La calle Nueva York constituye un sitio histórico de intensa memoria urbana, testimonio y símbolo de hechos que signaron la historia de la ciudad de Berisso y la región: la inmigración, los frigoríficos y el puerto.

El área es un pequeño enclave residencial en el sector portuario compuesto apenas por doce manzanas de trazado ortogonal, conformando una cuña entre el Río, el Puerto y la ciudad.

Escenario de luchas obreras, fue protagonista de la movilización popular producida el 17 de octubre de 1945, cuando más de 10.000 trabajadores de los frigoríficos partieron desde la calle Nueva York y Berisso para producir la jornada político social más significativa del siglo XX en la Argentina, transformando así radicalmente la historia de nuestro país y convirtiendo al lugar en símbolo ineludible de aquella gesta. Próxima a lo que fueran los dos importantes frigoríficos Armour y Swift, durante las primeras décadas del siglo XX fue sinónimo de ambiente portuario.

A los inquilinatos y casas de pensión se agregaban restaurantes, cafés, casas de juego clandestino, casas de "tolerancia" y numerosos comercios de todo tipo. El ambiente cosmopolita del lugar, simbolizado por los marineros que desembarcaban en el puerto, tuvo su simiente en los inmigrantes de las más diversas nacionalidades que llegaron a Berisso y que, según las historias cuentan, hicieron en aquella ciudad de principios de siglo una babel empedrada en la que se escuchaban mil y una lenguas, y que en la década del 30 llegó a ser conocida tanto como la porteña Avenida Corrientes.
La arquitectura de la calle muestra numerosos tipos edilicios, destacándose la vivienda colectiva: conventillos, pensiones, la "Mansión de Obreros" y departamentos, edificios que en su mayoría incluyeron en su planta baja aquellos trajinados comercios que hicieron la fama del lugar. En muchas de las habitaciones de alquiler, varias personas descansaban alternándose en el mismo lecho según los turnos de trabajo en los frigoríficos, dando lugar al llamado sistema de las "camas calientes".

Las construcciones de chapa de zinc y madera, de austera ornamentación, características de las áreas portuarias de nuestro país, se alternaban con las de mampostería, que respetaban los lineamientos imperantes de la arquitectura de principio de siglo: fachadas con elaborada ornamentación tomada del bagaje estilístico de los modelos europeos, que los artesanos repetían con libertad de diseño. En el recorrido de la calle se destacan algunos hitos de valor arquitectónico particular como La Mansión de Obreros, la Usina Eléctrica, el Hogar Social y los Frigoríficos.
   fuente : lanación.com 
      google.com

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