Diseño Curricular de Educación Primaria
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http://www.abc.gov.ar/artistica/sites/default/files/diseno_curricular_primaria.pdf
DOCUMENTOS SOBRE ESI- Eje Diversidad
Se envía recursos didácticos y normativa ESI, para su conocimiento y tratamiento en mesas de trabajo docente con todo el personal ...
PROGRAMA NACIONAL DE ESI
https://www.educ.ar/recursos/152497/educacion-sexual-integral
https://www.argentina.gob.ar/educacion/esi
Colección derechos humanos género y ESI en la escuela: https://www.educ.ar/recursos/157478/coleccion-derechos-humanos-genero-y-esi-en-la-escuela
Educar en Igualdad: https://www.educ.ar/recursos/158009/coleccion-educar-en-igualdad
PROGRAMA PROVINCIAL ESI- PBA
https://continuemosestudiando.abc.gob.ar/contenido/recursos?temas-transversales=esi
https://continuemosestudiando.abc.gob.ar/contenido/recursos?temas-transversales=igualdad-y-genero
Conversatorio: Semana de la ESI: https://youtu.be/CGQwI-sT2gw
Conversatorio sobre Masculinidades: https://youtu.be/IRO4fz3dyKE
https://www.youtube.com/watch?v=teDZZM5VBBQ&t=70s
Otros
- https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/guia_diversidad.pdf
- file:///C:/Users/Usuario/Downloads/nterseccionalidad_-_una_herramienta_para_la_justicia_de_genero_y_la_justicia_economica%20(2).pdf
- file:///C:/Users/Usuario/Downloads/La%20ESI%20como%20proyecto%20de%20justicia%20social.%20Morgade.pdf
- https://www.youtube.com/watch?v=-2-wFmNnFDc
Los ejes de la ESI en tiempos de Covid 19
Los ejes de la ESI han constituido desde su creación una herramienta conceptual del Programa Nacional elaborada para poder garantizar la integralidad que prescribe la Ley 26.150. No pretenden ser cajas que encasillen o compartimenten los lineamientos curriculares sino por el contrario intentan visibilizar la riqueza de poder pensar los distintos contenidos interrelacionados entre sí, y al mismo tiempo, dar luz y énfasis a los aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos mencionados en la Ley.
El documento que aquí les presentamos intenta poner el foco en cada uno de esos cinco ejes y la manera en que pueden ayudarnos a pensar la ESI en tiempos de pandemia y pos pandemia. Es un complemento del desarrollo de los Ejes que encontrarán en la clase en la que se los aborda en cada uno de los cursos.
CUIDAR EL CUERPO Y LA SALUD
Este eje tiene como centro la corporalidad, es decir el cuerpo como expresión de la identidad, y la salud desde una dimensión integral. Si bien se nos impone un tiempo excepcional por la pandemia mundial, la ESI nos propone generar instancias de reflexión sobre la sexualidad, la vivencia en el cuerpo, los modos, prácticas y experiencias de cuidado del cuerpo y de la salud. Se entiende al cuerpo como un cuerpo habitado, como un cuerpo tratado socialmente y vivido en el marco de ciertas condiciones, que supera el enfoque tradicional y biomédico. La idea de cuerpo no se reduce a la dimensión biológica, fisiológica, sino también a su representación simbólica; es decir los cuerpos están atravesados y construidos por el lenguaje, por la forma de nombrarlos, de verlos, marcados por sensaciones, características, modelos, ideales y sentidos que la sociedad otorga, en un contexto histórico determinado. De esta forma cuidar el cuerpo y la salud requiere la promoción de la salud como derecho, para construir así una dimensión del cuidado en sentido amplio, aún en tiempos de emergencia sanitaria. En tal sentido, los tiempos que atravesamos desafían a las escuelas a promover instancias de reflexión sobre las vivencias de niños, niñas y adolescentes durante los meses de ASPO, pero a su vez respecto de lo que se abre a partir de estos procesos, en los cuales todo, o mucho de lo que hace a nuestras vidas, a los vínculos y nuestros cuerpos, se ha transformado.
En tiempos de pandemia y cuarentena se expusieron de un modo particularizado las desigualdades sociales, económicas, culturales. Como dicen algunos textos, si bien el virus nos mostró que todos y todas somos vulnerables, no tardó en hacerse evidente que no a todos/todas nos afecta del mismo modo. Esta puede resultar entonces una primera premisa a tener en cuenta al momento de retorno a las aulas. Entonces habrá que dar lugar a la escucha, al encuentro de experiencias para poder tomarnos un tiempo para procesar, poner en palabras cómo nos afectó y cómo nos afecta lo que acontece. En qué medida el covid, las situaciones que a partir de allí se produjeron impactaron en los modos de vivir nuestros cuerpos, qué implica cuidarnos ahora, cómo esto conlleva una transformación en los modos de relacionarnos con los/las demás.
En tiempos de pandemia quedó claro que las posibilidades de cuidarse no significaron para todos/todas lo mismo. Cuidarse no tuvo el mismo valor ni sentido para niños, adultos, adultos mayores; para mujeres, varones, disidencias; para quienes viven en espacios rurales o urbanos, para quienes viven en espacios de diferente densidad poblacional ni para quienes viven con dificultades ambientales, habitacionales y económicas. Cuidarse para algunos/as fue quedarse en casa, para otros/as la necesidad de otros espacios; cuidarse para algunos/as fue accediendo a servicios básicos que lo posibilitan de un modo y para otros/otras producir estrategia familiares, colectivas de subsistencia. Si hay algo que la pandemia dejó en evidencia es que no hay sólo un modo de cuidarse, que esos modos se vinculan a diferencias y a desigualdades; a relaciones de género, a miradas sobre el cuerpo, al acceso a los sistemas de salud y también a la temporalidad y el espacio.
Entonces, mientras transitamos el periodo de pandemia, resultará auspicioso tener esos condicionantes en cuenta, que sean parte del análisis en los equipos docentes, pero también en el trabajo con los/las estudiantes, con las familias y con otras instituciones. Que esos condicionamientos se hagan contenido explícito al momento de reflexionar sobre lo acontecido pero también sobre las estrategias de cuidado en la pos pandemia. La toma de decisiones autónomas sobre nuestros cuerpos implicará poner en situación diferentes dimensiones que propicien el cuidado, evaluar distintas posibilidades en el marco de ciertas condiciones, escuchar estrategias de otros y otras para poder tener más elementos para cuidarse. No hay un único modo de cuidarse, y esto será necesario tenerlo en cuenta para generar situaciones significativas, que nos interpelen y que posibiliten la transformación de nuestras prácticas hacia un mayor cuidado personal y colectivo.
Algo que también nos dejó la pandemia y resulta potente para la ESI, para volver sobre ello como situación que se vincula también con la sexualidad, es que el cuidado del cuerpo y de la salud tomó relevancia colectiva, se expuso más fuertemente la interdependencia. Cuidarse en tiempos de pandemia y de post-pandemia no sólo implicó/a cuidarme a mí mismo/a sino generar condiciones para cuidar a otro/a.
La ESI, desde sus fundamentos, en tanto integral, reconoce también una transformación pedagógica, que también se ha puesto en relevancia en estos días. La información es necesaria, es un derecho, favorece la toma de decisiones autónomas sobre nuestros cuerpos pero no alcanza, es necesario poder analizar y discriminar la información, para lograr aprendizajes significativos que nos ayuden a transitar el tiempo que estamos viviendo. Es decir, que al momento de trabajar sobre el cuidado de los cuerpos y de la salud será fundamental brindar información clara, científica y necesaria para poder generar prácticas de cuidado; pero entendiendo que esa información está mediada por un sujeto. Entonces posibilitar la toma de decisiones autónomas sobre el cuerpo, propiciar las mejores condiciones para el cuidado requerirá no sólo tener información sino también la posibilidad de reflexionar sobre diferentes dimensiones que lo hacen posible: las condiciones de vida, las relaciones de poder, los sentidos de quienes están allí, sus derechos, sus saberes, sus sentimientos, sus deseos.
VALORAR LA AFECTIVIDAD
La afectividad, la manera subjetiva en que expresamos ideas y sentimientos, forman parte de nuestra identidad y están presentes en toda interacción humana. Y sabemos que para la ESI, esta es una dimensión fundamental e imprescindible para comprender y acompañar las relaciones entre los géneros, el desarrollo de nuestros cuerpos y nuestra salud, el respeto y la valoración por la diversidad y el acceso a los derechos. Pero, ¿Cómo considerar “lo afectivo” en el plano vincular cuándo nuestras interacciones sociales se han modificado? ¿Cómo la virtualidad, en muchas ocasiones, ha impregnado y modificado nuestras relaciones con las personas?
Con el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio y la necesidad de adaptar los procesos de enseñanza y aprendizaje a la virtualidad, el fortalecimiento de los “vínculos” tomó protagonismo en los debates de la comunidad educativa. Se impuso la preocupación acerca de cómo sostener un vínculo pedagógico a través de las pantallas, cómo identificar qué les pasaba a niñas, niños y jóvenes del otro lado, y también, cómo transitar este escenario que se presentaba de manera abrupta y que nos generaba, a las/os adultas/os docentes, múltiples sensaciones.
Sabemos que la escuela, puede contribuir –en el marco de la ESI- a fortalecer las posibilidades de expresión, incorporando la subjetividad y la dimensión afectiva de las chicas y los chicos, brindando herramientas para que cada una y cada uno pueda identificar lo que siente y expresarlo. Sin embargo, cómo abordar este eje en un contexto de pandemia, resultó ser un gran desafío.
Muchas y muchos de ustedes han logrado conocer y manejar nuevas tecnologías, encontrado nuevas formas de comunicarse y acercarse a sus estudiantes. En ocasiones, han dado lugar, a través de alguna actividad, a que las chicas y los chicos puedan compartir cómo se sentían atravesando la cuarentena; generaron alguna instancia que permitió a sus estudiantes expresar sus ideas y sentimientos; o tal vez estuvieron en contacto con alguien acompañando una situación en particular. Cualquiera de estas intervenciones, significó sin dudas, un abordaje de la ESI desde el eje de la afectividad.
Luego de estos meses transitados, podemos decir que el impacto que la participación virtual, cuando ha sido posible, generó en cada estudiante diversas sensaciones y sentimientos, algunos conocidos y otros no tanto, incluso sentimientos encontrados. Seguramente haya quienes pueden participar con fluidez en las actividades propuestas, y también quienes, quizás, se hayan sentido incómodas o incómodos en algún encuentro, o no hayan querido prender la cámara o el micrófono, o simplemente, quienes nunca pudieron conectarse. En este sentido, estos meses han servido para identificar algunas lineamientos pedagógicos a tener en cuenta en relación a la afectividad y su implicancia en la tarea cotidiana, y que se fueron construyendo sobre la marcha, como ser: estar atentas/os a la circulación de la palabra para que todas/os tengan la posibilidad de expresar sus puntos de vista incluyendo sus sentimientos; no presionar si no hay deseo de participar pero incentivarles a hacerlo; e identificar si hay estudiantes que no se encuentran presentes en las actividades y planificar estrategias de intervención.
El regreso a las aulas se presenta como un nuevo desafío. Será importante estar atentas/os desde nuestro rol docente, al impacto que ha tenido en las subjetividades y en los vínculos de las/os niñas, niños y jóvenes, el aislamiento social y obligatorio. La alegría por el encuentro será un sentimiento importante para incorporar, es un afecto fundamental y reparatorio en la vuelta a la escuela; resignificará el valor de estar en compañía, compartir en presencialidad y construir grupalmente la trama de los acontecimientos transitados, en lo personal y en lo comunitario. En los relatos también podrían surgir variados sentimientos enlazados con las experiencias y que es importante alojar, como temores, ansiedades, esperanzas, frustraciones, sentimientos de soledad y abandono, emociones por nuevas experiencias, entre otras. Por eso es importante generar espacios de confianza y respeto, condiciones imprescindibles para que las y los estudiantes se abran y puedan compartirnos también sus sentimientos. Poder escucharles, sin apresurarnos a interpretar y menos a sancionar y desde ahí brindarles y proponerles nuevos sentidos a través de la mirada, la gestualidad y el lenguaje. Seguramente habrá muchas palabras de aliento que promuevan nuevas reflexiones, pero en otros momentos surgirán silencios, que estarán cargados de nuestra atención, ya que sabemos que no es posible decir todo, sobre lo que nos pasa y sentimos.
Tener en cuenta la diversidad de familias y contextos con las que trabajamos, será una de las claves, en tanto el aislamiento habrá sido atravesado de distinta manera en cada caso. En particular, las desigualdades sociales y de género preexistentes a esta etapa se han puesto de manifiesto y en algunos casos recrudecido, razón por la cual será importante estar atentas/os a las diversas vulneraciones de derechos que se hubieran presentando, para poder comprender y acompañar a las/os alumnas/os en su singularidad.
Es posible que la etapa de regreso genere, también, nuevas emociones, sensaciones y temores en relación a los protocolos para el cuidado. En la medida de las posibilidades y condiciones de labor docente de cada quien, será siempre recomendable, apostar a fortalecer el vínculo pedagógico, creando nuevas formas de acercamiento, que favorezcan la comunicación y el encuentro. En este sentido, el lenguaje, los tonos de voz, la mirada cálida y atenta, serán los puentes fundamentales para llegar a nuestros estudiantes, comunicarnos genuinamente con ellas/os y fortalecer nuestra principal tarea, que es garantizar los procesos de enseñanza y aprendizaje donde la dimensión afectiva también tiene su lugar en los contenidos curricular.
En este contexto, sostener y transmitir la idea de que esto que sucede es “excepcional” y por lo tanto “transitorio” será de utilidad para encuadrar cada una de nuestras intervenciones, así como también para dar aliento a niñas, niños y jóvenes a que comprendan que esto “no es para siempre”. Reflexionar en conjunto sobre cómo se ha visto alterada la dimensión del tiempo, individual y socialmente puede ser un facilitador para que lxs estudiantes puedan expresar sus vivencias.
En la línea de contribuir al desarrollo de formas de expresar la afectividad, como la empatía y la solidaridad, la valoración y promoción de encuentros entre pares –con los cuidados pertinentes si fuera necesario y según corresponda- para realizar tareas juntas/os, jugar, etc. podrá ser una estrategia a tener en cuenta para acercar y sostener los vínculos de amistad y compañerismo. Es fundamental volver a enfatizar el valor de la palabra para poder expresar ideas y sentimientos que hemos vivido en este tiempo, para construir nuevas tramas simbólicas y fortalecernos también como comunidad.
El vínculo con las familias también será fundamental. Crear nuevas alianzas o sostener los lazos que se generaron o fortalecieron en el marco de la pandemia, puede ser un camino de articulación que contribuya a acompañar esta etapa de regreso.
Asimismo, será recomendable, siempre, poder dar lugar a nuestros propios procesos subjetivos, de modo de poder compartirlos con colegas docentes, apoyarnos mutuamente para transitar este proceso de un modo mancomunado.
Frente a todos los interrogantes que se nos presentan, hay algo de lo que hay que estar seguras y seguros: no es posible construir un proceso vital y pedagógico significativo, si no se tienen en cuenta la dimensión subjetiva expresada en las ideas y afectos. . El desafío por delante será que continuemos construyendo una escuela que aloje a los afectos y continúe dándonos la posibilidad de “encontrarnos” entorno a ella.
RESPETAR LA DIVERSIDAD
La tarea de abordar la ESI desde el eje "Respetar la diversidad" constituye una invitación a la revisión de las propias representaciones en torno a la diversidad y la reflexión sobre la propia práctica docente.
A poco de comenzar el año lectivo 2020, la pandemia por covid 19 irrumpió en nuestras vidas. Se impuso el aislamiento social, preventivo y obligatorio, planteándose como un gran desafío sostener el vínculo pedagógico con las y los estudiantes, apostando a que las dimensiones psicológicas, biológicas, éticas, de derecho, socioculturales e históricas, y de salud no se escindan de las historias de vida de cada una y cado uno y donde lo virtual emergió como instrumento para acercarse desde lo didáctico y dar continuidad a los procesos de aprendizaje.
En este marco, continuar pensando la escuela aun en la virtualidad, como un espacio que contribuye a la construcción de la sexualidad y el género y la posibilidad de que cada quien pueda expresar el género y vivir la sexualidad de la manera en que lo sienta, se presenta, en este contexto, como un gran desafío para la tarea pedagógica.
Lo virtual, ¿Cómo acompañar a niñas, niños y adolescentes en estos momentos de incertidumbre? ¿Cómo desde el rol docente podemos generar espacios de intercambio, mediatizado por lo virtual?, que habiliten la palabra para que puedan decir lo que les pasa, lo que sienten, de lo que sufren?
¿Cómo poner en común con las y los estudiantes las desigualdades que el tiempo de la pandemia produjo en términos de conectividad, acceso a los dispositivos? ¿Cómo estas diferencias pueden ser retomadas en el aula? ¿Cómo transformar esas dificultades en la comunicación en posibilidad de diálogo dentro del aula? Urge el compromiso con el futuro para desbaratar las desigualdades, la discriminación desde una perspectiva intersecional, donde incluyamos el género, la clase, la edad, la etnia, etc. Es tal vez desde la escuela que podemos instrumentar políticas afirmativas en el aquí y ahora para abordar las problemáticas de los más desfavorecidos al interior de cada una de estas variables y en su conjunto. Tal vez una de ellas sea poner a circular la palabra y poner en tensión el discurso neoliberal que insiste desde los medios con un sálvese quien pueda y donde el otro se desdibuja. Que la revalorización de lo grupal y la importancia del otro sea un contenido a ser pasado por la experiencia para resistir y promover cambios.
En lo que respecta a la discriminación y violencia por cuestiones de género, recuperamos algunas situaciones que se expresaron en los foros en la cohorte anterior:
Una colega docente compartió una experiencia muy interesante de una clase virtual con sus alumnas/os: "profe, no me llamo tal cual está en los papeles y me gustaría que me nombre como lo hacen mis más allegados”, parecería que en este caso, el entorno virtual le posibilitó al/la estudiante poder expresar su pedido de ser nombrada/o de acuerdo a su identidad autopercibida, seguramente también habrá otras situaciones donde la virtualidad (el aislamiento) no facilite la visibilización de otras realidades más complejas como sí lo fue en este caso.
Muchas veces, la hostilidad y la incomprensión marcan la experiencia de escolarización de muchas/os niñas/os y adolescentes que no responden a los patrones hegemónicos de género. Quienes transitan nuestras aulas, hoy están en sus casas y en un futuro próximo volverán a la escuela.
Las desigualdades de género entre cis y trans, entre mujeres y varones, entre niños y niñas, siguen existiendo en pandemia y es a traves de las voces de las/os docentes y estudiantes que deben ser visibilizadas, para construir y aportar a una valoración positiva de la diversidad.
“Que la escuela se convierta en una comunidad de indagación, supone que la escuela es capaz de crear las condiciones de posibilidad para que emerjan y entren en juego las diversas formas de existir, las diversas formas de búsqueda personal y social. Finalmente, se trata de apostar por una comunidad educativa más inclusiva que expulsiva” (Laura Morroni, Cuestionamientos de las identidades genéricas desde la teoría feminista. Generando géneros).
Lo presencial, ¿Cómo pensar la "vuelta a la escuela?, ¿cómo ampliar la mirada ante la diversidad de situaciones para un futuro regreso?
Poniendo en valor la dimensión pedagógica del rol docente frente al eje “Respetar la diversidad”-reflexionar sobre el propio rol frente a situaciones de vulneración de derechos vinculadas a la orientación sexual y/o identidad de género-valorar lo hecho en contexto de esta pandemia tan particular, para seguir explorando modos de hacer de las escuelas lugares que valoren la diversidad sexual. En ese sentido, como personas adultas referentes para nuestras y nuestros estudiantes, somos responsables de crear condiciones para el ejercicio de los derechos de ellas y ellos.
Reflexionar y contraponer actitudes solidarias frente a hechos que muestran cómo se exacerba la discriminación que sigue recibiendo la población trans y LGTBQI en esta pandemia, sea por orientación sexual y/o identidad de género, como también frente a diferentes situaciones relacionadas al covid (escrache a personas que estuvieron o están infectadas, etc.).
La ESI enseña contenidos, habilita la palabra y la escucha la diversidad de voces. Escuchar significa reconocer a cada quien para poder reflexionar conjuntamente sobre la complejidad de los momentos vividos y por vivir, ¿qué emociones sienten y/o sintieron?, ¿cuántas y qué nuevas cosas aprendieron? Que puedan expresar lo que sienten y deseen saber, para trabajarlo juntos y transformarlo en conocimiento, con la convicción de que la escuela garantiza los derechos todas y todos.
Seguramente será una escuela distinta. Debemos valorar la experiencia vivida, la importancia de pensar que esto pasará, darles la posibilidad a las/os estudiantes que sean parte de la construcción de esta nueva realidad, acercándoles los modos de cuidado, que sea una mirada colectiva y no individual, pensando el grupo en sus diversidades sin olvidar las diferencias y el contexto socio-cultural de cada una/o.
Habrá un regreso al reencuentro con las/os compañeras/os, a las aulas, a los juegos, al aprendizaje, a las y los docentes, todo esto y mucho más será la vuelta a la Escuela.
RECONOCER LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
La coyuntura extendida de la pandemia y el requerimiento de quedarnos en casa, como medida individual y colectiva de cuidado, también ha puesto al descubierto y agudizado las inequidades cotidianas que transcurren en el ámbito de los hogares.
A la diversidad de condiciones en los modos de transitar el ASPO en cuanto a las disponibilidades habitacionales, el acceso a los recursos de salud, a las posibilidades de contar o no con conectividad y de qué modo, en las reorganizaciones de la vida familiar a partir de la permanencia de todos/as en la casa y de los cambios en las actividades laborales o su pérdida, entre otras, también se suma, con toda su contundencia, la exacerbación de las inequidades preexistentes por razones de género.
Más allá de las distintas maneras en las que se resuelven y se gestionan estas tensiones, al interior de cada hogar, parece haberse potenciado el patrón cultural predominante que continúa adjudicando las responsabilidades domésticas, las actividades de cuidado de otras/os, las tareas de sostener la logística familiar para cumplir con los horarios y las necesidades de cada quien, mayormente y una vez más en las mujeres. Especialmente el cuidado de otros/as, niñas, niños, adolescentes, adultas/os mayores, familiares que viven con alguna discapacidad, responsabilidades que en el contexto habitual podía, en muchos casos, compartirse con diferentes instituciones o personas que se sumaban laboralmente a estas tareas, se ha visto modificado por el aislamiento y la necesidad de evitar los contactos y las salidas fuera de la casa. Y es en este terreno de los cuidados personales donde los mandatos de género siguen calando fuertemente conservándose aun posiciones y regulaciones familiares que reproducen las creencias en torno a que son las mujeres quienes cuentan con los mejores atributos y la experiencia para tomarlas a su cargo, incluidas niñas y adolescentes en estas adjudicaciones ya que, muchas veces, deben colaborar tempranamente con el cuidado de hermanos/as menores o de familiares con problemas de salud. En este sentido resaltamos la afirmación de las sociólogas Eleonor Faur y Ania Tizziani en cuanto a que la dimensión del cuidado continúa constituyendo uno de los nudos críticos de las desigualdades de género (Faur y Tizziani, 2017). En línea con lo que venimos señalando las autoras plantean que “…las transformaciones en la división sexual del trabajo han mostrado que las creencias acerca de los papeles apropiados para hombres y mujeres se han modificado en el ámbito público en mayor medida que las imágenes relacionadas con las esfera doméstica, así como las imágenes acerca de quiénes deben realizar el trabajo no remunerado han cambiado más aceleradamente que las prácticas efectivas.” (Ibídem, pág.96)
La histórica doble o triple jornada de trabajo para las mujeres, que incluye las tareas no remuneradas, se ha visto sobrecargada y sin las fronteras temporales y espaciales que permite el trabajo fuera del hogar, y que, muchas veces, posibilitan un corte y un respiro momentáneo ante el agobio de “la gerencia múltiple” de responsabilidades.
A su vez y en sintonía con los variados anuncios públicos sobre la profundización de las inequidades entre géneros en contexto de pandemia, también estamos sabiendo del aumento de las demandas de ayuda y de los femicidios, en los últimos meses, a consecuencia del agravamiento de la problemática de las violencias de género al interior de los hogares. Las circunstancias del confinamiento seguramente han reforzado las condiciones de vulnerabilidad de niñas, niños, adolescentes y mujeres adultas al aumentar los niveles de aislamiento y las barreras para el apoyo externo o el acceso efectivo a recursos de asistencia. Las aulas virtuales no han quedado exentas de los registros de estas situaciones padecidas también por alumnas y docentes.
No ocupa un lugar menor y, a su vez, da señales amplificadas en estos tiempos de la virtualidad obligada, el acontecer habitual de actos abusivos, coacciones e invasiones que padecen a diario las estudiantes que cuentan a sus pares, a sus docentes o familiares encontrarse violentadas por la circulación no consentida en las redes de material audiovisual que no han querido compartir y las afecta en la exposición de su intimidad como otras modalidades de violencia, el llamado grooming o el ciberacoso.
Por otro lado, a la par de los múltiples atropellos en escalada también han tenido lugar, variadas acciones de armado de redes comunitarias, de políticas de protección ante las violencias y de socialización de distintos materiales y recursos que nos vienen ayudando a pensar y a poner en acto estrategias de cuidado en cada ámbito y circunstancia. Y, en este sentido, es que podemos pensar en una vuelta a la escuela capitalizando mucho de lo puesto en escena durante el ASPO y de los saberes construidos y compartidos colectivamente, también como muestra de la continuidad de los procesos de cambio que venimos presenciando a partir de las luchas sociales de los feminismos y de los colectivos disidentes por el mayor reconocimiento de los derechos y de las vigencias del patriarcado, trasladadas ahora al ciberespacio.
El volver a las aulas con la presenciabilidad, necesariamente, debe despejar un espacio donde el reencuentro permita poner en palabras las experiencias vividas a modo de simbolización que ayude a organizar y elaborar lo vivido en tiempos de excepción, que no lo son tanto. Las inequidades, más o menos visibles por razones de género, no pueden quedar por fuera de los temas a retomar como saberes priorizados, cuya actualidad y magnitud han quedado más que en evidencia. Es decir, que alojar en la escuela las experiencias afectivas transitadas en primer lugar y la puesta en cuestión de las inequidades permanentes, desde las más invisibilizadas hasta las más reconocidas socialmente, son objetivos que pueden y necesitan ocupar la agenda curricular como contenidos educativos de prioritaria valoración junto a otros.
Problematizar las adjudicaciones excluyentes y estereotipadas en cuanto al ejercicio de los cuidados de los y las otros/as cercanos, la división sexual tradicional del trabajo no remunerado, poner sobre la mesa la necesidad y el derechos de todos/as los miembros de la familia a contar con tiempos y espacios propios mediante la democratización en la distribución de las responsabilidades y poner en cuestión los estereotipos sociales que siguen limitando las libertades y los derechos resultan propósitos de la ESI ineludibles. Conmover las bases de la inequidad en la división social del trabajo no remunerado requiere hacerlo visible, ponerlo en valor como engranaje central en el funcionamiento de las economías y encontrar juntos/as la diversidad de saberes y de capacidades que conllevan, más aún en tiempos de convivencia y de presencias continuas en el hogar. Por ello también el cuidado necesita ser objeto de las políticas públicas como recurso social a ser protegido y materia de abordaje institucional intersectorial para compensar las inequidades. Hacer público lo privado y politizar las relaciones sociales que sostienen las desigualdades dirán los feminismos. Así también, transformar esas bases implica continuar desnaturalizando y favoreciendo cada vez mayores niveles de intolerancia a cualquier formulación en la que aparezcan las violencias desde cada entorno en el que tengan lugar.
Capitalizar el tiempo de distanciamiento físico que transitamos significa entonces que las vivencias de vulneración conocidas, las respuestas dadas y las interpelaciones logradas devengan realmente en alertas y en ocasiones para nuevos y transformadores aprendizajes en la escuela de la vuelta a clases, guiadas por mayores imperativos de equidad, en todos sus sentidos.
EJERCER NUESTROS DERECHOS
Pensar la ESI desde el eje “ejercer nuestros derechos” conlleva reconocer a niñas, niños y adolescentes en tanto sujetos de derechos. Esto contempla recibir información adecuada y científicamente validada en lo que hace al cuidado propio y de las/os otras/os, la promoción de la salud como así también la prevención de riesgos, el respeto por el cuerpo propio y el ajeno y la plena vigencia de los contenidos de la ESI que contribuyen al ejercicio de una sexualidad libre sana, responsable y placentera pensada de manera integral. También incluye el derecho a vivir sin violencia por cuestiones de género, identidad u orientación sexual, identidad étnica, ni de ningún otro rasgo identitario.
Incluye una perspectiva de derechos que promueva el conocimiento de la normativa vigente nacional e internacional a través de la cual se les reconocen derechos, y las estrategias para visibilizarlos, respetarlos y promoverlos en su pleno ejercicio. Por otro lado, este es un enfoque que procura una participación activa de las y los estudiantes y sus familias y de toda la comunidad educativa en la búsqueda de consensos, acuerdos para la convivencia y enriquecimiento de la vida en común. Asimismo, es parte del ejercicio de derechos que niñas, niños y adolescentes no puedan ser reemplazadas/os en el ejercicio de su voluntad y en la expresión de sus deseos, ganas, intereses y necesidades.
Desde el comienzo la pandemia producida por el COVID 19, y ante las medidas de ASPO todos los aspectos de nuestra vida se vieron trastocados. En el plano educativo se pusieron en marcha distintas estrategias para sostener la continuidad pedagógica en forma remota, no sin un denodado esfuerzo de cada una y cada uno de los docentes por mantener el contacto con las y los estudiantes y sus familias, buscando garantizar el derecho a la educación. Las distintas estrategias que tomó cada jurisdicción, cada institución y cada docente fueron diversas, ya que tuvieron que ser desarrolladas en distintos contextos, teniendo que acompañar a toda la comunidad educativa que implica abordar colectivamente situaciones económicas, sociales y culturales diversas y muchas veces desiguales
En ese sentido, resulta fundamental que podamos reflexionar sobre qué sucede ante la excepcionalidad del contexto, con la posibilidad de participación de forma activa y no como meros receptores de información por parte de las y los estudiantes, ¿Qué lugar tuvieron para expresar sus necesidades, posibilidades y sentimientos en este contexto de virtualidad? ¿Qué contenidos fueron llevados a los espacios virtuales para que los niños, las niñas y adolescentes sigan siendo sujetos de derechos y no objetos de protección? ¿En qué medida el contexto de aislamiento dificulta el ejercicio de derechos y que intervenciones pedagógicas se pueden poner en práctica para reducir este daño?
Sabemos que en el contexto de virtualidad y excepcionalidad, se torna relevante la priorización de contenidos curriculares diversos, y esta priorización no debe eludir los contenidos relacionados con la Educación Sexual Integral desde una perspectiva de derechos.
Como docentes seguimos con la tarea de fomentar la garantía de tales derechos y continuamos acompañando el desarrollo de herramientas para el ejercicio de los mismos, una tarea que en este contexto se transforma en un renovado desafío.
Pensar los efectos de la pandemia implica reflexionar con nuestras/os estudiantes sobre cómo influye en la igualdad de oportunidades la perspectiva interseccional de género, clase, etnia, nacionalidad, culturalidad, edad para el acceso a la salud, entendiéndola de manera integral tanto en sus aspectos físicos, psíquicos, y sociales. Implica repensar los espacios de participación; acercar a las y los alumnos y sus familias los abordajes institucionales para el acceso a los derechos en contexto de pandemia, generar de manera colectiva nuevas estrategias para actuar ante el incumplimiento de alguno de sus derechos, empoderandose de los mismos para su ejercicio.
La perspectiva de derechos también es central al pensar la escuela en la post pandemia.
En efecto, la vuelta a nuestras instituciones, con nuevos protocolos y nuevas reglas para el cuidado implica sin duda para toda la comunidad educativa construir un nuevo contrato pedagógico.
Este nuevo contrato, supone volver a generar acuerdos acerca de cómo vamos a habitar nuestras escuelas en la vuelta a la presencialidad. Probablemente impliquen instancias mixtas de virtualidad y presencialidad, con nuevas maneras de transitar los espacios, de expresar nuestras subjetividades, y una transformación de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Todo este nuevo estar en la escuela acarrea necesariamente, tomar decisiones que deben buscar nuevos consensos. En estos procesos, no sólo deben tener voz las y los docentes que venimos llevando adelante esta inmensa tarea que implica la continuidad pedagógica en contexto de pandemia, sino que también, desde esta perspectiva de derechos, resulta fundamental involucrar a niñas, niños y jóvenes, en conjunto con sus familias como actores fundamentales en la construcción de este nuevo contrato pedagógico para la vuelta a la presencialidad, donde se puedan poner en valor las diversas situaciones, vivencias, fortalezas o vulnerabilidades que atravesaron y atraviesan las y los estudiantes, y sus familias.